Vuelven las rutas y los paseos turísticos por la vega arrocera de Calasparra, para recibir el otoño

La ruta parte del Molino de Juan Haro, antiguamente denominado Cortijo del Puerto, el edificio en el que se produce una de las marcas locales de arroz bomba de calidad, Flor de Calasparra, hasta donde se llega por la carretera de la Estación y luego la carretera de El Bayo. El itinerario, circular, discurre por caminos de tierra enmarcados por acequias y portillos, arrozales, el cauce del río Segura, terreno forestal y bosque de ribera. Son poco más de 6 kilómetros durante los que oirá el discurrir del agua y paseará junto al mar verde cereal que, en octubre, se prepara para la siembra. Junto a pinos de enorme tamaño y un rico y variado sotobosque que se extiende al otro lado de la carretera, con retamas, lentisco, espartos, enebros, sabinas, espinos negros, pasearán entre la acequia y los arrozales, que ya frisan el final de su ciclo.

Casi en paralelo al curso del río, que dibuja sus habituales meandros, dirige sus pasos a la Presa de El Bayo, mientras, a su izquierda, el curso del Segura se intuye próximo a alamedas y choperas pobladas, que pronto empezarán a otoñar, que contrastan con las tierras margosas y peladas que rodean la cuenca en este tramo.

Los pájaros disfrutan alegres de este almarjal de inigualable belleza, en el que la mano del hombre ha ido transformando el paisaje con su acción secular. Así, las acequias de Rotas, Berberín y El Esparragal irrigan estos parajes desde antes del siglo XVI, constituyendo una vastísima red de hidráulica que saca el mejor fruto a estas tierras fertilizadas por los limos de las avenidas segureñas. El trino de las aves no deja de acompañar nunca al caminante, ni siquiera cuando los disparos para ahuyentar a la fauna resuenan con su cadencia lenta.

Después de algo más de 2 kilómetros de recorrido, llegarán a la Presa del Bayo. Allí, el croar de las ranas, los peces que saltan fuera del agua y el ensordecedor sonido del agua al caer con fuerza inundan todo y las olas de espigas se mecen al ritmo. Esta es zona tradicional de disfrute de los calasparreños, pero tengan especial precaución, pues el agua baja con mucha fuerza.

De vuelta al punto de inicio, pegados a la ribera del río, observen la avifauna. Las garzas, descaradas y de blanco radiante, pasean altaneras por las elevadas lindes de los campos de arroz. Lo mismo hacen las perdices, que tras darse un festín de insectos en los límites de los cultivos, marchan aceleradas, pero no asustadas, a ocultarse en el sotobosque de la sierra.

Desde el camino, observarán pronto, en la margen derecha del Segura, las superpobladas e inundadas choperas de la finca La Dehesa. En este tramo de ribera, las invasoras cañas se hacen fuertes donde flojea la sombra del bosque de ribera, con chopos y álamos blancos o plateados, fresnos, olmos, zarzas y rosales silvestres, granados, adelfas, hiedras, carrizos y juncos. Entre el kilómetro 4 y 5 del itinerario, pasarán junto a un puente, desde el que pueden asomarse para tratar de observar la fauna piscícola y la bóveda arbórea que cubre el Segura en este tramo. Precisamente en este punto, si cruzan el río, pueden seguir el GR-127 que se interna en los sotos y bosques de ribera de Cañaverosa. Sin embargo, nuestro itinerario continúa por la margen izquierda hasta la acequia que, remontando su curso, lleva al paseante, de nuevo, hasta el Cortijo del Puerto o Molino de Juan Haro para dar por terminada la caminata.

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